La Estantería: Choki Motobu y su Jutsu
La Estantería: Choki Motobu y su Jutsu

A Choki Motobu, famoso en su tiempo como luchador callejero le gustaba la… ‘juerga’, por así decir, y discutió con algunos de sus contemporáneos, como Gichin Funakoshi, precisamente por su costumbre de meterse en peleas callejeras y otras situaciones problemáticas para poner a prueba su karate. También se le atribuye una frase, en la que viene a decir que es necesario beber alcohol y perseguir otras divertidas actividades (Enkamp 2018) para darle ‘sabor’ a tu arte.

Para entender el karate de este gran maestro yo no he ido tan lejos, prefiriendo leerme un libro que publicó allá por 1922. Su título es Okinawa Kenpo Karate Jutsu (también escrito Kempo dependiendo de la edición o traducción) y en este artículo te voy a contar que me ha parecido.

El libro

Se trata de uno de los primeros textos que conservamos sobre este arte marcial. La mayor de los textos preguerra contienen una gran cantidad de información, y pueden servir de línea directa a la manera de practicar karate y entrenar antes de que aparecieran las competiciones y la disciplina fuese modernizada para adaptarse a los tiempos y requisitos de la época en la que sucedió la gran expansión de este arte.

Esto nos permite conocer un poco más de cerca a ésta figura del karate y su forma de pensar así como su manera de entrenar. El libro está dividido en varias secciones, dedicando un par de capítulos a la historia y orígenes y otro par a ciertos elementos básicos. También encontramos dos capítulos extremadamente valiosos, por un lado uno centrado en el uso del makiwara, con ejemplos prácticos, y por otro lado, todo un capítulo centrado en 12 técnicas de kumite, que al parece ser eran favorecidas por Motobu.

Qué cosas me gustan

Dentro de las cosas que me han encantado se encuentra la mentalidad siempre práctica del maestro, y cómo ésta se filtra a través de sus enseñanzas. Es cierto que me habría gustado ver algo más de conexión entre el bunkai y los ejercicios prácticos de kumite que Motobu desarrolla en el libro, pero siendo que este era notorio por no darle tanta importancia al kata, no me sorprendió. Sí que es cierto que si uno se pone, enseguida puede trazar similitudes, y en sus ejercicios de kumite, de realizarlos individualmente, encontrará movimientos muy parecidos a los que se encuentran en numerosos kata.

Una cosa que me llamó la atención en este libro es la forma que tiene el maestro de hablar sobre los katas, utilizando la palabra estilo para referirse a ellos, lo que me habría venido muy bien en otro artículo, llamado Un kata para cada situación, que publiqué, a la hora de apoyar mi argumento. Échale un vistazo, si quieres saber más.

También es curioso ver a Choki Motobu en las fotos del libro (las originales en la edición que tuve la suerte de leer) sin gi. Puede parecernos una parte tan integral de lo que es el karate hoy en día, sin embargo hace algo menos de 100 años, cuando el karate estaba empezando a ser conocido, no se consideraba tan representativo como para incluirlo en un libro sobre este arte marcial.

Que me falta en el libro

Precisamente una de las “cosas que me faltan” es ese vínculo entre kata y aplicación mencionado anteriormente, que tanto me gusta explorar. Aunque el autor nombra diferentes kata no llega a entrar en profundidad en ellos, ni a explicar su visión de los mismos y las razones por las que, por ejemplo, puedan o no gustarle trabajar sobre ellos o ignorarlos en su entrenamiento. Motobu escribió otros textos, que no he leído, y es probable que trate estos temas en ellos, pero habría agradecido aunque fuese una rápida mención a ellos.

Es una pena que se escribiese en 1922 y que la tecnología más avanzada de la época fuese la fotografía, ya que limita la capacidad del lector de observar todas esas transiciones que ocurren entre una y otra pose de las mostradas en las fotografías, ya que a veces pueden resultar muy interesantes.

Para terminar…

Me parece un libro muy entretenido y fácil de leer. De hecho mi primera lectura apenas me llevo una hora y media, en un viaje de tren. También es cierto que es un libro que se merece ser leído con ropa cómoda, un espacio amplio (y acolchado) y un compañero o compañera con el que practicar sus numerosos ejercicios.

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